Tema 6. La televisión como modelo de verdad y realidad

Equipo Doble Zeta

La televisión tiene una función formativa, creadora de la realidad, que se puede llevar al terreno de la filosofía. La televisión traduce el mundo, lo hace comprensible, consumible y lo reinventa. No solo el lenguaje televisivo sino la realidad reflejada y reproducida es mediatizado, por lo tanto, la televisión es un instrumento de reproducción y credibilidad, a través de imágenes que suponemos “objetivas”, de tal forma se genera una hegemonía en donde algunos tienen la facultad de decidir por otro qué ver, qué pensar y qué percibir.

Según Eliseo Verón los hechos que componen la realidad (hechos sociales) no son reales en tanto no sean construidos por los medios. Existe una teoría de la información llamada agenda-setting que postula que los medios de comunicación determinan sobre qué se tiene que pensar y no como tal el qué pensar. Esto genera una agenda llevada a la opinión pública creando una jerarquía de temas que la compone, muchas veces transportada a internet o viceversa. A su vez la teoría del framing plantea que la reproducción y difusión de imágenes no capta y traslada la realidad tal cual es, sino que se selecciona un fragmento, lo que implica una manipulación al elegir y descartar.  

Los medios construyen modelos de verdad (credibilidad) y realidad que tienen impacto en la vida cotidiana, desde acciones políticas, elaboración y refuerzo de estereotipos, hasta como ya se mencionó una agenda pública que orienta la conversación de una sociedad.

No solo Eco dentro de sus estudios de la estética, sino Anders, Baudrillard y Gustavo Bueno, reiteran la característica distintiva de la televisión respecto a otras artes (como el cine) y es la inmediatez, la toma directa de acontecimientos. Dicha toma siempre es una interpretación de un hecho, y a pesar de que la nueva narrativa transmedia permite fraccionar el contenido, preservándolo por más tiempo ya sea online u offline, y difundirlo por diversas plataformas no deja de ser inmediato e irrelevante por una gran cantidad de espectadores en determinado tiempo.  Llegando a la conclusión, según Rossi (2010) que la nueva civilización es fragmentaria y al mismo tiempo global, descentralizada e inclusiva, celebra lo instantáneo y multiplica los estímulos sensitivos.

Günther Anders menciona que la televisión no solo es un medio (es decir, mediador entre espectador y contenido) sino que también crea un tipo de hombre determinado y masificado, cada telespectador está consumiendo lo que otros. Hay una pasividad por parte del telespectador implicada en esto, la televisión implanta modelos sociales dentro de su cabeza los cuales normalizan y se acostumbran a este proceso de implantación de imágenes al percibir y aceptar dichos modelos de forma pasiva, sin crítica. Esto da como resultado hombres irresponsables de su propio juicio y conocimiento, generando una infantilización y simplificación del mundo representado. Haciendo que el telespectador se sienta parte de ese mundo, generando lazos de empatía y cariño ante los personajes creados en televisión. Dicha relación fraternal es a su vez inmediata, ya que dura una emisión o temporada, en un mundo ya suficientemente banal, frágil y líquido en sus relaciones sociales. ¿Por qué estamos dispuestos a pasar horas frente al televisor o computadora viendo un programa o serie? Porque este tipo de relaciones circunstanciales satisfacen una necesidad más profunda de lo que pensamos, no solo llena un espacio de ocio, sino también un cierto vacío y soledad. Aunque contradictoriamente suprime la interacción entre personas lo que afecta directamente al conocimiento, lenguaje, comunicación, contacto, creación, organización social y poder.

El hecho de simplificar el mundo no solo modifica la forma en que nos relacionamos unos con otros, sino también el cómo se deconstruye la realidad y cómo el hombre emite juicios sobre ella, generando un fenómeno en el que la realidad se mide conforme al criterio si es que un hecho apareció en pantalla o no.  

A pesar de la existencia de internet, redes sociales y plataformas de contenido multimedia como YouTube, Netflix, Amazon Prime Video, entre otros; hay una gran parte de la población que sigue rigiendo sus juicios y conocimientos gracias a lo que se emite en la televisión. Pero, ¿sobre qué necesidad ataca ahora la televisión al hombre moderno? Sobre su necesidad de sentirse ocupado. Según Liessman (2006) el hombre pasa un “miedo a la independencia y a la libertad”, tiene que estar “impermeabilizado ante la nada”. Por lo que es consciente en su asilamiento al ver un programa o serie que forma parte de una masa de telespectadores cubriendo una misma necesidad disfrazada de entretenimiento o distracción.

Se dice que la televisión no es buena ni mala, que todo depende del uso y percepción de cada persona, sin embargo, hay una tendencia hacia sus usos al configurar la realidad de los espectadores. Aunque no lo parezca es difícil diferenciar las imágenes de la realidad con las virtuales, la fuerza de dichas imágenes virtuales hace que superen a la realidad misma, por lo que muchas veces nos dejamos llevar por lo proyectado en televisión y somos capaces de reír o llorar. Al mirar todos las mismas imágenes la televisión se convierte en el referente más importante de la validación de la realidad. La finalidad de esta narrativa dirigida es la de vender no solo productos sino ideas, partidos políticos y posturas.

Uno de los principales atractivos de la televisión es que entretiene de forma inmediata sin requerir ningún tipo de esfuerzo interpersonal para comenzar una conversación o relación. Fernando Cembranos coincide con Anders en que los espectadores pueden llegar a asimilar juicios preconfigurados como propios, nuevamente sin ser conscientes ni críticos. Él también afirma que el espectador está acostumbrado a ver el mundo sin actuar sobre él; el ejemplo más claro sobre esta indefensión o aturdimiento ante la realidad son los noticieros donde cada día nos enfrentamos con hechos previamente seleccionados, cortados y narrados de cierta manera ante los cuales somos cada día menos sensibles.

El discurso dominante de una sociedad emana de la televisión, aún con la existencia de otras alternativas de información. Así la despersonalización disfrazada de libertad de personalidad e individualidad hace masas de individuos fragmentados, compuestas a su vez de masas más pequeñas. Lo que hacen las plataformas que representan “la alternativa” al contenido televisivo no es más que responder a una necesidad y demanda de una masa más “contracultural” diversificando el mercado.

Cierro citando a Molina (2017): la televisión, que nos abruma con su constante fluir de imágenes e información, no sólo nos satura la mente, sino que silencia nuestras palabras y envilece nuestra capacidad de comunicarnos y expresarnos.

Bibliografía

Molina, M. (2017). Lo que no sale en televisión no existe. Una revisión filosófica sobre la apariencia y la realidad en el medio. España. Recuperado el 24 de Febrero de 2020 de http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:masterFilosofiaHistoria-Mmolina/MOLINA_DELICADO_Maria_TFM.pdf

Rodriguez, R. Tur-Viñes, V. (2015). Transmedia storytelling en la ficción, la información, el documental y el activismo social y político. Recuperado el 24 de Febrero de 2020 de https://www.researchgate.net/publication/275827113_Transmedia_Hacia_un_nuevo_modelo_de_construir_transmitir_y_compartir_narrativas_Estudio_de_caso_de_Panzer_Chocolate

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